Hay un coche blanco marca Toyota.
Al lado una valla de obra, un contenedor de basura y una moto aparcada en la
acera de color azul y blanco.
Me importa un pepino, pero
están ahí y no puedo hacer nada. Miro
alrededor y todo sigue igual, monótono, como el sonido de la sirena de una
fábrica de hilaturas. Las opciones son varias pero la consecuencia es la misma.
Adelanto un pie y a continuación el otro.
De puntillas intento balancearme. Sin dar
tiempo a nada me dejo caer. Son diez pisos hasta el coche, la valla, el
contenedor y la moto.
Del sobresalto caigo de la
cama.