Un día soñé que era otro tipo de persona. Sin defectos, todo en mi eran cualidades. Me di cuenta que soñaba y no quise despertar , cerraba con mucha fuerza los ojos para no abrirlos y ver la cruda realidad.
Metí la cabeza bajo la almohada y apreté con las manos para que no entrara ni un resquicio de luz. Estaba todo a oscuras y si por alguna casualidad abría los ojos seria como seguir durmiendo. Velozmente solté una mano del almohadón, cogí la sábana y tape incluso la almohada.
Ahora estaba en mi mundo perfecto y nada ni nadie me lo iba a quitar. Tarde poco en darme cuenta de que en ese mundo tan maravilloso solamente estaba yo. Me entró pánico, empecé a sentir angustia y de un salto me levanté de la cama.
Me miré en el espejo que tenía colgado en la pared y era yo, con imperfecciones, con dilemas, con contradicciones, pero estaba vivo. Mi cuerpo rezumaba vida, mi cuerpo tan imperfecto, pero mío, miraba la vida de frente. Me di cuenta de que la única perfección que tenía en este mundo era mis imperfecciones y que gracias a ello mi mundo era perfecto.