Un día soñé que era inmensamente feliz. Podía decidir sobre mi futuro y como no sobre mi presente. Fue entonces, cuando al darme cuenta comencé a darle vueltas.
Ahora nadie me decía que tenía que hacer y comenzó a ser un problema. Hasta ahora hacía todo lo correcto, lo que la sociedad me marcaba. No sabía que hacer sin que me lo indicaran. Me entró pánico por quedarme inmóvil, sin saber que hacer. Fue entonces que pensé en aprender a elegir. Podía pensar lo que quisiera, ir donde quisiera y mirar lo que quisiera, sin que nadie me lo indicara. Podía elegir lo que tenía que oír. Decidí taparme los oídos, para así comprobar que era lo que veía. Me tapé los ojos, para saber solamente lo que se oía. Deje de pensar, para saber lo que se sentía, aunque no hizo falta, pues toda mi vida había sido así. No pensaba, no miraba, solo veía, tocaba con guantes, olía por los oídos, oía por la nariz.
Me desnudé en medio de la calle y empecé a andar, sin pensamientos, sin sentimientos y respiré hondo. Cerré los ojos, me tapé los oídos y comencé de cero.
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