jueves, 7 de octubre de 2010

Verano 1974


Iba corriendo camino abajo cuando me paré en un árbol bajo su copa y apoyé mi mano sobre su tronco. Respiraba muy deprisa y la sensación de falta de oxígeno en mis pulmones no decrecía, sino todo lo contrario. Creí que los pulmones me iban a reventar. Después de unos segundos continúe corriendo hacia el pueblo mientras sonaban las campanas de la iglesia. El camino continuaba de bajada y aunque mis pulmones no daban más de si yo aceleré la carrera. No podía esperar más, sabía que era el día y la hora  ¡llegaba tarde! . Conforme llegué a la plaza el autobús paró, y sentí alivio. Se abrió la puerta y tras unos segundos la vi bajar. El corazón me iba como cuando mueves un bote lleno de canicas y los pulmones ya no los notaba. Le cogí la mano, la acerque a mí y la abrace con tanta fuerza que mis brazos le daban dos vueltas a todo su cuerpo. Llevaba esperando desde que se fue el verano pasado y solo lo soportaba leyendo sus cartas. Empezaba por una cualquiera y las iba leyendo todas hasta que empezaba otra vez por la misma. Me pasé todo este tiempo soñando en que llegara este día. Este verano cumplo catorce años y no sé si soportaré los años que me quedan para poder estar junto a ella para siempre. Pero ahora, queda todo el verano por delante.

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