La
coge con sus propias manos y la parte en dos mitades iguales. Con
una exquisita delicadeza, deja los trozos sobre la mesa, uno al lado
del otro. Los mide con un micrómetro, confirmando su exactitud. Con
un gesto de aprobación, su madre, inicia el reparto de los trozos de
la gominola. Al igual que hace cuando les da un beso o un abrazo,
una mitad para él y otra para su hermana gemela. De la cual, sólo
quedan ya sus huesos y su cabellera pelirroja, vestida de comunión.