A Bernardo
Había
un cartel en un huerto que decía: El cuerpo es un mal por las necesidades
que crea al alma y porque le impide al hombre buscar la verdad. Platón. Su
dueño era un labrador llamado Freung, se dedicaba a cultivar almas
necesitadas.
Un día
apareció plantada un alma sin luz, muy triste. Freung se acercó a ella y le
preguntó por qué estaba en su huerto, con la voz entrecortada esta le contó que
una mañana empezó a notar que su luz era tenue y temía acabar apagándose. El
labrador la acomodó en el huerto, prometiendo que se encargaría de su cuidado.
El alma en ese momento sintió que su luz comenzaba a brillar un poco más,
notando una atención especial. Día a día se fue transformando en un proyecto de
la razón y su intelecto fue siendo mitad racional mitad emocional. Llegó el
invierno y la tierra endurecida por el frio la paralizaba, Freung la cubrió con
una manta de introspección, tejida con razonamiento, reflexión y libre
albedrío. A veces le ponía una bufanda con un poco de egoísmo mezclado con
sensatez. Pasaron las estaciones una tras otra, así repetidas veces,
sintiéndose con una luz especial, con solidez intelectual no exento de
sentimientos. Una tarde, cuando llegó Freung le comentó lo sucedido, que sentía
como la fortaleza empezaba a notarla en el razonamiento reflexivo y la
aceptación de su yo. Con total tranquilidad, el labrador le dijo que cuando
decidiera podía salir de su huerto. Su poder madurara aún más fuera de allí y
que observara si necesitaba volver a recomponer sus energías. Le salió una
lágrima que inundó sus sentidos, no sabía lo que sería de ella fuera del huerto.
Libre, encaró su camino y no paró, siguió andando, mirando varias veces hacía atrás,
atemorizada. Respiró profundamente, se puso erguida y con paso firme dio
comienzo su nuevo ser, un alma con una luz y un brillo particular.
El
labrador se despidió diciéndole: - Eres libre, vive tu vida sobre el papel y
tu luz brillará eternamente.
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