sábado, 4 de julio de 2020

Fosa común


El féretro abierto rodeado de velones encendidos iluminaba la estancia. Mientras, las plañideras de negro riguroso pañuelo en mano hacían oír sus quejidos. Un tenue rayo de luz de la luna, que se mostraba en todo lo alto del firmamento, entraba a través de las cortinas de la ventana entreabierta, para que se ventilara el olor a cadáver que hacía dentro de la habitación. Ese haz de luz que se colaba posándose en la viuda, iluminaba su enjuto rostro desdibujado de dolor. 
A la hora requerida el cura del pueblo apareció para darle la extremaunción que no pudo en vida. Murió en un accidente fortuito al volcar el carro con el que iba a trabajar, con tan poca fortuna que le cayó encima. Las malas lenguas hablan de un accidente provocado por negarse a vender sus tierras a Don Aniceto, terrateniente y ahora alcalde fascista. Después de velar toda la noche el cadáver, de buena mañana las campanas llamaban a difuntos. El sepelio a las doce en punto en la iglesia del pueblo, siendo trasladado después al cementerio  a hombros por los hombres de la familia. 
Una vez enterrado, Joaquina, la viuda se dirigió al ayuntamiento donde había quedado para firmar la venta de las tierras. Los perdedores en la guerra civil tenían que vivir con ese estigma toda la vida. Sentados en una mesa de un despacho del ayuntamiento, cara a cara, la viuda y el Alcalde. Cuando iban a firmar, Joaquina sacó de entre las enaguas un cuchillo y se lo clavó en el cuello. Los testigos allí presente sacaron sus pistolas y la acribillaron. Al día siguiente la enterraron en la cuneta a las afueras del pueblo.


Alien, mi pasajero



Nunca pensé que una de mis películas favoritas fuera el guion de mi vida. Se coló inesperadamente, a las bravas, un Alien en mi cuerpo y se convirtió en un huésped indeseable. La diferencia entre un Alien y el otro es que el de la película buscó la salida para vivir y el mío la salida la busco yo. Lo que ignora el maldito Alien es que caerá conmigo y no me sobrevivirá, eso alivia.