La prueba la había superado, ahora casi perfecta le había encontrado mucho más
atractiva. Su mirada y su presencia me intimidaba menos.
Rubia platino, ojos azul celeste, medidas corporales
noventa, sesenta, noventa. Su inteligencia
había sido demostrada por medio de dos licenciaturas y tres másteres.
Acomplejado quise quitarle importancia y al final le reduje
una licenciatura y dos másteres. Su primer noventa se lo reduje a ochenta.
Así era el personaje perfecto para poder redondear mi
novela.