Sus labios
perfilados se contraen para dejar escapar un silbido corto a lo que sorprendida
al reconocerlo se gira con angustia. Llevaba solo dos días sin verlo y parecían
dos años.
Se dirigió hacia
él con unas ganas locas de echarse en sus brazos. Le vinieron a la mente los
días de paseo por la playa en otoño y
como en primavera iban a la montaña a hacer senderismo. Los veraneos en el pueblo, las tardes de invierno junto a la
chimenea, relajándose, junto a una luz
tenue.
Nunca una perra se alegró tanto de
ver a su dueño.
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