Los
trasteros suelen tener telarañas, al igual que los recuerdos. Vas acumulando
con el paso de los años de todo. Eso suele pasar también con los sentimientos.
Lo que guardé en mi trastero, fue la primera carta de amor que me escribieron. Pasados
unos años olvidé la existencia de esa carta.
Pasado
veinte años, en el trastero encontré esa vieja carta de amor llena de
telarañas, al igual que mis recuerdos. Fueron cinco minutos que regresé al
pasado que volví a enamorarme con esa locura juvenil.
La
guardé otra vez en el sobre y me la llevé. En la cocina encendí una cerilla y acerqué la carta. La ceniza la convirtió en recuerdo.
En ese momento entro en casa el amor de mi vida, la autora de la carta.
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