Tenía
costumbre todas las mañanas de ir a desayunar a la misma cafetería,
y pedir un café y una tostada. Como siempre, me senté al lado de la
ventana. Todos los días veía pasar a la misma mujer llorando.
Pregunté si alguien la conocía y nadie supo darme una respuesta.
Cogí la taza de café y pegué un sorbo. Pasó delante
de la cafetería puntualmente. Esta vez un hombre la insultaba y al empujarla, ella se volvió, sacó una pistola del bolso y le disparó
cinco tiros a quemarropa.
El
sexto, se lo reservó para ella.
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