Fue
un domingo de 1974 cuando Fernando salió por la puerta de su casa
corriendo calle abajo, como si llevara el diablo dentro. Llegó sin
aliento a casa de María mientras las campanas de la iglesia
llamaban a misa, llamó a la puerta y nadie contestó.
La
tarde anterior María y él se habían besado en el guateque que
había organizado la pandilla. Quedaron para el día siguiente y al
despedirse, ella le prometió un segundo beso.
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