Poco
antes de que los domingos fueran amargos se les conocía como una
familia ejemplar. Los vecinos nunca pensaron que lo hechos acaecidos
los señalaran. Fue en domingo cuando murió la madre mientras
sonaban las campanas llamando a misa. Últimamente se había
distanciado de su fe y renunció a la extremaunción.
Para
soportar el dolor de la pérdida, el padre se refugió aún más en sus
creencias. Su relación con el párroco siempre fue de amistad.
Era
domingo y al acabar la misa detuvieron al sacerdote y al padre,
mientras los dos hijos se acurrucaban entre los brazos de la
asistente social.
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