Una
tarde al
otro lado de la ventana estaba
Miguel agarrado a los maceteros que sobresalían de los lados. Quiso
sorprender a Elena y demostrarle que por amor se puede hacer
cualquier cosa. Había trepado hasta la habitación que se encontraba
en un tercer piso. Ella no daba crédito de lo que estaba viendo.
Corriendo asustada se lanzó a abrir la ventana, sin recordar que las
hojas abrían hacia fuera.
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