Genoveva
había adquirido un sexto sentido que le hacía adivinar cuando
Arturo estaba cerca de casa. Empezaba con un leve temblor y un sudor
frío que hacía que fuera al baño con urgencia. Cuando él llegaba
ella se mantenía callada y con la cabeza gacha. Fue
un viernes el día en que Arturo volvió a casa como si a un avispero
le hubieran tirado una pedrada. Una vez más sus insultos eran más despreciables y su mano golpeaba con más fuerza. Hubo un momento, en el que fuera de sí, Arturo le dijo:
“todo el mundo se va a enterarse lo inútil que eres”. Se
asomó al balcón y apoyándose en la barandilla, inclinó su cuerpo
para que se oyera perfectamente lo que iba a decir de Genoveva. En el
momento que iba a empezar, una suave brisa y un leve empujón hizo
que Arturo volara por primera y última vez.
viernes, 26 de octubre de 2018
martes, 23 de octubre de 2018
Sabor a chocolate
Todos los días son igual de monótonos. El despertador a la misma hora, la cara de mi vecina Hortensia, el ladrido de chusco, el gris del cielo. Nada lo puede arreglar excepto los besos que me da Verónica por las tardes. Esos besos con sabor a chocolate.
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