Estaba
harta de vivir de esa manera. Lo dejó todo y con la mochila llena de ilusión
partió. Comenzó a andar sin mirar atrás y los pulmones se le llenaron de aire
nuevo. Salió hasta la carretera más próxima para hacer autostop. Al borde de la carretera, con el pulgar levantado y un cartón indicando el lugar de destino, señalaba su condición de autoestopista.
El
ruido fue ensordecedor, el reventón de la rueda hizo variar la dirección del
vehículo, que pasó por encima de ella.
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