martes, 8 de septiembre de 2015

El abuelo Segismundo



Tenía la misma cara que mi abuelo Segismundo, que había desaparecido hacía cuarenta años. Mi herencia era el trastero de mis abuelos, que había permanecido cerrado hasta la muerte de mi abuela. El trastero al igual que las antigüedades es mi debilidad.
Mi abuelo, librero de profesión, tenía pasión por la ciencia. Estaba siempre inventando objetos, algunos inútiles, que se almacenaban en él.
Dejó una nota a mi abuela, fechada el día que desapareció, que ella nunca entendió. Decía: “Aurelia no me esperes para cenar, igual me retraso. Si todo sale bien seré famoso”.
Cuarenta años después tenía delante de mí al abuelo Segismundo, bajo la lente del microscopio.

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