“Lo
que usted diga doctor Frankenstein”. Inmediatamente inició el
recuento de la grapas que suturaban las heridas distribuidas por todo
el cuerpo. Con suma delicadeza comenzó a quitarlas hasta acabar con
todas. No tenía mucha práctica en el manejo de las tenacillas y las
pinzas, aun así, se sintió satisfecha con su trabajo. Con mucho cuidado impregnó las heridas con Betadine para prevenir cualquier
tipo de infección de algún punto. Se percató que algo sucedía y
ladeó el cuerpo para ver si reaccionaba. Golpeó su espalda y nada.
Entonces fue cuando decidió que lo mejor sería cambiar las pilas al
muñeco.
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