Se reía a carcajadas, al
recordar como su abuelo Juan le contó de pequeño la leyenda de
Dédalo e Ícaro, y como le fascinó. Su abuelo sabía desde su
nacimiento que era un niño especial, diferente. Por eso era a Diego a
quién más tiempo dedicaba y quería de sus nietos, algo que era
reciproco. Ver volar a los pájaros era la pasión de Diego y
también su obsesión. Llegó el día de volar como Ícaro lanzándose
desde un quinto piso, detrás de lanzar a volar a su abuelo Dédalo.
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