Texto seleccionado en el V Certamen Internacional de Relato Corto de La Esfera Cultural.
Era una noche de esas que miras al cielo y no ves ni una estrella, como si
estuvieras dentro de la boca de un lobo. Andaba de regreso al pueblo con el
rebaño, cuando, en mitad del camino apareció una mujer. Llevaba una capa con
capucha tan negra como la noche, en la mano sostenía un farol que le iluminaba
su rostro. Era la mujer más bella que había visto en mi vida. Sus ojos verdes me
hipnotizaron de tal manera que me quedé paralizado.
Me acordé de lo que cuentan los viejos del pueblo de las noches tan negras.
Dicen que aparece una dama que quiere comprarte el alma para revenderla al
diablo, a cambio de un deseo. Noté un escalofrío que me recorría de la nuca a
los talones.
Me repuse y le pregunté que pretendía, me contestó que estaba esperándome.
Sabía de mí que era un humilde pastor, que todas las noches venía hacia el
pueblo a la misma hora. Yo le dejé bien claro que no iba a vender mi alma por
nada del mundo. Ella sonrió y me contestó que ni la quería ni pretendía nada de
mí. Se presentó como Calíope, una de las nueve musas que inspiran a los
hombres. Me llamó por mi nombre, Miguel, y conocía el de mi amigo y maestro
Ramón.
Al despedirse me dijo que escribiría los más bellos poemas por mí nunca
imaginados, que mis poesías irían más allá de mí existencia. Que la libreta que
llevo en el zurrón, la llenaré de versos increíbles. Conforme vino se marchó y yo
continúe camino con mis ovejas. Ramón, en la entrada del pueblo, me esperaba
para charlar y leer un rato.
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