Las
casas estaban pintadas de cal, con los tejados de teja roja. Los campos
rebosaban de trigo para cosechar, tan amarillos como el sol. El ganado de
labranza descansaba debajo de la sombra de los árboles que allí había. Los bancales
de huerta estaban rodeados por cercas de madera pintadas de blanco, delimitando
las propiedades. Cosechar en verano era un trabajo duro, empezando a la salida
del sol y acabando a la puesta. Sebastián y María eran un matrimonio joven,
recién casados, que cosechan los dos. Todas las mañanas iban andando desde el
pueblo hasta los campos, cargados con la herramientas, la comida para todo el
día y el agua. Paraban una hora al mediodía para comer y descansar, que algunos aprovechaban para echarse un pequeña
siesta, algo que Sebastián y María solían hacer.
En
ocasiones se veía a un pintor cargado con sus bártulos, pintando los campos y a
las gentes, era pelirrojo, con barba y sombrero de paja. Mientras Sebastián y María hacían la siesta,
los pintó a los pies de una bala de paja medio deshecha, donde se tumbaban. Al
tiempo se supo que el pintor había muerto y que sus cuadros se estaban haciendo
famosos, se llamaba Vincent.
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