Erase
dos amapolas, una roja y otra violeta que bailaban al compás, con la brisa
suave que soplaba todas las mañanas. Iban tan acompasadas que las demás flores
las envidiaban. Su polen era el más preciado por todas las abejas. Siempre
había alguna revoloteando a su alrededor recolectando su néctar.
Fue
una mañana cuando el viento las zarandeó, la amapola violeta erguida, no pudo
con una racha huracanada que la arrancó de raíz y se la llevó. Apareció en el
mundo de los siete cielos, donde habitan reyes, reinas, dragones, hadas y
duendes. Desde allí veía a su amiga
triste y melancólica.
La
amapola roja poco a poco comenzó a bailar otra vez, con la brisa suave que
soplaba cada mañana. Mientras las abejas acudían a recolectar su preciado
néctar. Desde el reino celestial, su amiga, la amapola violeta la observaba y
sonreía.
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