María
oyó un golpe en la puerta de la casa, abrió y era Canelo el perro de Salvador, que tenía un huerto
lindando con el de ellos. Canelo salió corriendo, ella detrás, mientras la lluvia
la empapaba ocultándole las lágrimas que iba derramando.
Juan, su marido, había salido como cada mañana al amanecer a trabajar al huerto. Antes de irse le dio un beso en la mejilla que la despertó, nunca antes lo había hecho. No pudo seguir durmiendo. Se quedó inquieta y con un vacío entre el pecho y el estómago.
Cuando llegó María al huerto la lluvia le impedía ver con claridad. En medio del aguacero, vislumbró al fondo la figura de Juan, que colgaba de una rama del nogal.
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