En un país imaginario o no, vivía un anciano mago que
atrapaba los sueños de todas las doncellas. Los escondía en un recóndito lugar.
Un día llegó al país una familia con su hija. Distinguía a la doncella una capa
de color violeta.
El mago al ver a la nueva doncella le lanzó un conjuro
para atrapar sus sueños. Le fue imposible, lo intentó de nuevo y fracasó.
Entonces el mago preparó una pócima especial e ideo un plan para suministrársela.
El mago se tomó un brebaje convirtiéndose en un
esbelto caballero. Fue a visitar a la doncella, pidió permiso a sus padres y la
invitó a pasear. Otra tarde fueron al campo a merendar. El caballero
le llenó una copa de vino y ella bebió sin saber realmente lo que contenía. Al
instante la doncella se quedó dormida.
Entonces el mago recitó el conjuro para robarle los
sueños. Cuál fue su sorpresa cuando le fue imposible y el engaño no lo
pudo perpetrar. La doncella seguía dormida plácidamente cubierta con su capa
violeta.
La capa entonces le empezó a brillar y el caballero se
transformó en el anciano que era. Al instante se convirtió en cenizas y una ráfaga
de viento del norte se las llevó. En ese momento la doncella despertó, dándose cuenta del engaño cometido. Desde ese día todas las doncellas del país
llevan una capa violeta que brilla con cada logro conseguido.
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