Llevaba un tiempo reflexionando
quién era y que era. Pensaba que el cerebro programa el tiempo, los recuerdos y
todo lo que nos rodeaba. Todo era ficticio, vivíamos en la más inmensa soledad.
Cuando entendió todo se encerró en sí mismo. Aceptó que comer o dormir era algo
creado como cualquier otra necesidad. Dejó de comer, dejó de dormir y así hasta
dedicarse solo a meditar. Comenzó a
vivir desnudo, sin dejar crecer ningún cabello en su cuerpo. Un día decidió subir
a la terraza, se situó en la cornisa, lanzándose al vació. Fue contando los
pisos uno a uno de forma decreciente, al llegar al último intento incorporarse
para demostrar su teoría, en el mismo momento que el golpe contra la acera lo
reventaba.
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