lunes, 9 de septiembre de 2019

Liberación


Si dijera que sentí dolor mentiría, ante su familia no tuve más remedio que aparentarlo. Ya de vuelta a casa me perdí entre las calles del casco antiguo de la ciudad, recordando mis años de juventud, cuando íbamos cantando y gritando a los cuatro vientos. Sin darme cuenta se hizo de noche y decidí dirigirme a casa. Abrí la puerta, al entrar, un escalofrió recorrió mi espalda. Comprobé cada una de las habitaciones, a continuación, me puse cómoda y una copa de vino. Sin encender las luces y en silencio, como siempre, brindé por el maldito maltratador que acababa de enterrar esa misma tarde.

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