Volaba
con la imaginación desde que era pequeña. Quiso ser soldado, caballero del rey
Arturo, astronauta, pero también quiso ser libélula, colibrí y ruiseñor. De
joven le costaba más elegir. Había sido camarera, dependiente, y limpiadora.
Aun así, no paraba de soñar en ser, bombera, albañil, camionera o mecánica.
Pero
toda la vida la había dedicado a su marido y a sus cinco hijos. Ahora que era
viuda y sus hijos no estaban, había aprendido inglés, a bailar salsa, a viajar
y disfrutar de sus amigas. Y como no, seguía volando con la imaginación. Ahora
quería amar de verdad, pasear cogidos de la mano, tener una conversación
sincera, un beso que llegara al corazón, un abrazo que le traspasara. Todo eso
se marchó pronto, sólo quedó la monotonía, le quedó volar con la imaginación.
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