jueves, 16 de diciembre de 2010

Heroes

Sentados alrededor de la mesa estábamos todos, el enfermero, la fisioterapeuta, el abogado, la arquitecta,  el estibador, la comadrona, el chofer, la criminóloga, la astronauta, el cocinero, la ilusionista, el camarero, la cirujana, el tendero, la policía y como no el ladrón.
Éramos seres  venidos desde la conciencia para poder luchar contra el formalismo.
El enfermero poseía el poder de arreglar corazones rotos.
La fisioterapeuta reparaba las almas desvalidas.
El abogado conseguía volver a las personas sensibles.
La arquitecta ayudaba a levantar la autoestima.
El estibador acarreaba con los desvalidos hasta un lugar seguro.
La comadrona empujaba  a superar las dificultades.
El chofer guiaba hacia los sueños.
La criminóloga descubría las bondades de las personas.
La astronauta  hacia volar en una nube.
El cocinero  alimentaba el intelecto.
La ilusionista convertía en oro lo que no relucía.
El camarero  ponía en una bandeja trocitos de amor.
La cirujana operaba de egoísmo.
El tendero alimentaba la solidaridad.
La policía cortaba cuerdas y tiraba muros,
y el ladrón robaba prejuicios.
Todos habíamos  sido elegidos para salvar al mundo de los villanos.
Eran la pobreza, la injusticia, la avaricia, la insensibilidad, la desgracia, el desamor, la insolidaridad y todo aquello que estaba haciendo al ser humano más fuerte ante los suyos. Lo que más se valoraba y lo que más se premiaba.
Se cambiaron las matemáticas para poder  multiplicar por menos.
Se cambio el lenguaje para poder decir lo que parecía que era.
Se cambio la historia para poder repetirla.
Se cambio quien impartía la clase para no darlas.
Se nos cambio el carácter para no sufrir y solamente ser infelices.
La batalla iba a dar comienzo y nuestras armas eran para utilizar cuerpo a cuerpo. Los villanos masivamente nos destruían con la mentira, la desidia, el inmovilismo y toda su tecnología. A quien no le afectaba directamente era a la larga un daño colateral y al final eran más los daños colaterales por dejadez que los abatidos directamente por conciencia.
Estamos en plena guerra, pero no se ve sangre por ninguna parte y se nos acusa de alarmistas. Que nos es verdad lo que decimos. Lo que hay que intentar aunque no resulte es que no llegue la sangre al rio que ahogue a la humanidad.

lunes, 29 de noviembre de 2010

Carlitos y sus amigos


De pequeño sus amigos a Carlos le llamaban de apodo el alambre porque era tan delgado que cuando jugaban al escondite si se ponía detrás del palo de una escoba no se le veía. Era de cabello rubio y sus ojos eran azul claro, por lo que él se consideraba guapo desde que su abuela un día le dijo “Carlitos tienes el pelo y los ojos como Robert Redford”. En lo que él no caía era en sus ojos saltones y su nariz aguileña que le daban un aspecto más bien a Martin Feldman. Poco a poco fue creciendo y aunque con dieciséis años ya media casi dos metros, en el pueblo se le conocía como Carlitos y su mejor amigo que media justo metro y medio se le conocía por el apodo de su abuelo que era Cachalote. El grupo de amigos lo completaban dos hermanos gemelos Andrés y Copia, así les llamaban, aunque nunca sabias quien era cual. Eran tan idénticos que cuando jugaban al escondite y decía “por Andrés que está en el portal”, respondía “no, soy Copia” y si no al contrario.
Hoy en día ya cumplidos los cincuenta, todavía se ve a los cuatro amigos juntos y no hay día que los nombren por el altavoz del pregón a los cuatro “encalaos”. El mote se lo pusieron cuando se pintaron de cal unos a otros, y fueron asuntando a las viejas del pueblo. Lo último ha sido colgar las sallas del cura en el palo de la bandera del ayuntamiento, nadie los vio, pero todos saben que fueron ellos.

domingo, 24 de octubre de 2010

En busca de sentido



Eran las nueve menos diez de la mañana cuando llegó el metro. Me dirigía al centro de la ciudad. Sin darme cuenta detrás de mi subió un hombre con un perro. Era un labrador de color canela, con cara de bonachón ,se sentaron los dos, primero el hombre y después el perro.
Cogí de la cartera el libro que llevaba y lo abrí, era la segunda vez que lo leía. Su título “EL hombre en busca de sentido” de Viktor E. Frankl. Cuando llevaba un párrafo paré de leer , no pude evitar mirarlos. El hombre de unos cincuenta y cinco a sesenta años, pelo moreno con algunas entradas, gafas de pasta y cristales transparentes. El perro con un arnés alrededor de su cuerpo que tenía encima una especie de cartón plastificado que decía “ no me toques estoy trabajando”. Estaba sentado sobre sus patas traseras, al momento se tumbo , a los tres segundos se volvió a sentar. En ese instante el hombre lo puso entre sus piernas mientras lo acariciaba suavemente.
Transcurrió deprisa el trayecto que tenía que hacer. Un poco antes de anunciar por megafonía la llegada a la estación, en la que me bajaba, me levanté. En el momento en que la megafonía del vagón anunciaba la parada,  el hombre se levantó y el perro a su vez. Se puso delante de las puertas y en el momento que paró el metro, abrió un pasajero las puertas y se pusieron en marcha los dos. Subieron por las escaleras mecánicas y de la misma manera que se incorporaron a la escalera, así la dejaron, con habilidad. A la salida por la boca de la estación del metro se fueron en dirección contraria a la mía.
Eran las dos menos cuarto, mientra  estaba esperando en el andén el metro de vuelta a casa,  aparecieron otra vez los dos, perro y amo o amo y perro. El hombre bajó su cuerpo poco a poco hasta ponerse en cuclillas y acariciar al perro. A continuación, sacó del bolsillo de su cazadora una bolsa pequeña de plástico transparente con galletitas, que una tras otra el perro pacientemente esperaba recibir.
Llegó el metro y subí  al igual que ellos. Llegué a la estación en la que bajaba , abrí la puerta y les dejé salir delante de mí.
Una vez más nuestros caminos eran diferentes, al salir por la boca del metro se fueron en dirección contraria a la mía.
Esta vez el sentido no lo encontré en la lectura de un libro, si no en el metro un día cualquiera.

jueves, 7 de octubre de 2010

Verano 1974


Iba corriendo camino abajo cuando me paré en un árbol bajo su copa y apoyé mi mano sobre su tronco. Respiraba muy deprisa y la sensación de falta de oxígeno en mis pulmones no decrecía, sino todo lo contrario. Creí que los pulmones me iban a reventar. Después de unos segundos continúe corriendo hacia el pueblo mientras sonaban las campanas de la iglesia. El camino continuaba de bajada y aunque mis pulmones no daban más de si yo aceleré la carrera. No podía esperar más, sabía que era el día y la hora  ¡llegaba tarde! . Conforme llegué a la plaza el autobús paró, y sentí alivio. Se abrió la puerta y tras unos segundos la vi bajar. El corazón me iba como cuando mueves un bote lleno de canicas y los pulmones ya no los notaba. Le cogí la mano, la acerque a mí y la abrace con tanta fuerza que mis brazos le daban dos vueltas a todo su cuerpo. Llevaba esperando desde que se fue el verano pasado y solo lo soportaba leyendo sus cartas. Empezaba por una cualquiera y las iba leyendo todas hasta que empezaba otra vez por la misma. Me pasé todo este tiempo soñando en que llegara este día. Este verano cumplo catorce años y no sé si soportaré los años que me quedan para poder estar junto a ella para siempre. Pero ahora, queda todo el verano por delante.

jueves, 29 de julio de 2010

El despertar


Desperté y al mirarme al espejo vi unos ojos saltones , nariz chata y la piel verdosa con escamas.
Me lavé la cara y me dirigí hacia la silla de la habitación donde dejo la ropa al acostarme.
Cogí el pantalón y me lo puse, a continuación, la camiseta y por último las chanclas.
Saliendo por la puerta del patio me saludó el portero. En la calle el tendero, el panadero, el barrendero, mi vecina Encarnita. El peluquero y Antonio que estaba cortándose el pelo, la señora Vicenta que estaba paseando a su perro. La señora Felicidad desde la ventana de su casa de enfrente, que como todas, pero todas las mañanas, está pendiente de todo.
Como un acto reflejo miré hacia el sol y cerré repentinamente los ojos, no pude soportar su brillo y al volverlos a abrir noté como caían gotas de agua en mi cara. Cuando pude fijar la mirada, vi que era de un balcón lleno de macetas acabadas de regar.
Entré en el bar El Soñador , pedí un café y una tostada con aceite, me pusieron la tostada y junto a ella la aceitera, la  cogí  con suavidad y la aliñé.

Después de veinte minutos salí del bar hacia casa, entré en el patio y el portero me volvió a saludar, apreté el botón del ascensor y fue cuando me di cuenta del cartel que decía “averiado” a la vez el portero me daba explicaciones.
Subí los cuatro pisos despacio como si fueran cuarenta.
Por fin, delante de la puerta, cogí la llaves del bolsillo y abrí.
Directamente me dirigí al cuarto de baño y sin perder ni un segundo me miré en el espejo.

Era mi cara, mis sueños, mis pesadillas, mis miedos, mi vida, si, mi vida. Era yo, el de antes y el de ahora.

lunes, 5 de julio de 2010

Superstición


Cuando decidimos volver a colgarla en la pared había pasado mucho tiempo.
A mi madre cuando se casó ya se lo dijeron:
-Nunca la muevas de su sitio porque si lo hacer tendrás malas consecuencias.
Se le habían muerto dos hijos y siempre la mantuvo colgada en la pared en el mismo sitio.
Peor que ver morir un hijo no había nada.
Un día mi madre la descolgó y mi padre se marchó de casa maldiciendo.
Mi padre volvió, cogió la escopeta y le descerrajo dos tiros.

domingo, 30 de mayo de 2010

Potaje


La comida se enfriaba encima de la mesa mientras nos mirábamos el uno al otro.
Teníamos que esperar el momento adecuado y hacerlo con mucha rapidez. El encargado sería yo por ser el hermano mayor.
Ya estábamos hartos de quejarnos y de que no se nos hiciera caso. Cuando salió mi madre al balcón cogí los platos, me dirigí a la cocina y tiré el asqueroso potaje a la basura.
Coloque los platos en su lugar de la mesa y al levantar la vista, mi madre desde la puerta del balcón, me miraba fijamente.

lunes, 3 de mayo de 2010

Mundo cuadrado


Un día soñé que el mundo era cuadrado. Que no pagaban justos por pecadores, que las enfermedades, el hambre y las guerras se habían acabado. Que las armas y las bombas ya no existían y no había ningún niño soldado en el mundo. Que cada uno era feliz con su aspecto físico y que la belleza estaba en el interior. Que no había violaciones, abusos a menores y que nadie era dueño ni más que otro. Que cuando ofrecías la mano te la cogían sin ningún interés y te ofrecían la suya. Soñé que viajaba por el mundo y que todos nos entendíamos, aun hablando idiomas distintos. Que una sonrisa se dibujaba en todas las caras.
Pero cuando desperté vi como siempre pagar a justos por pecadores. Que la economía la controlaban los poderosos. Que la política era mirar para otro lado. Que las religiones sólo se preocupaban del espíritu. Que los hombres éramos lobos sedientos de culpables. Que la verdad era siempre la nuestra y de nadie más. Que en las guerras y en las paces había muertos de hambre, violación, explotación y enfermedades curables. Que no había distinción de sexos ,pero siempre la mujer, los niños y los ancianos se llevaba la peor parte. Que el infierno estaba vacío de fieles y el cielo estaba abarrotado.
Un día soñé en un mundo cuadrado.

martes, 27 de abril de 2010

Mi mundo perfecto

Un día soñé que era otro tipo de persona. Sin defectos, todo en mi eran cualidades. Me di cuenta que soñaba y no quise despertar , cerraba con mucha fuerza los ojos para no abrirlos y ver la cruda realidad.
Metí la cabeza bajo la almohada y apreté con las manos para que no entrara ni un resquicio de luz. Estaba todo a oscuras y si por alguna casualidad abría los ojos seria como seguir durmiendo. Velozmente solté una mano del almohadón, cogí la sábana y tape incluso la almohada.
Ahora estaba en mi mundo perfecto y nada ni nadie me lo iba a quitar. Tarde poco en darme cuenta de que en ese mundo tan maravilloso solamente estaba yo. Me entró pánico, empecé a sentir angustia y de un salto me levanté de la cama.
Me miré en el espejo que tenía colgado en la pared y era yo, con imperfecciones, con dilemas, con contradicciones, pero estaba vivo. Mi cuerpo rezumaba vida, mi cuerpo tan imperfecto, pero mío, miraba la vida de frente. Me di cuenta de que la única perfección que tenía en este mundo era mis imperfecciones y que gracias a ello mi mundo era perfecto.

miércoles, 21 de abril de 2010

Libertad

Un día soñé que era inmensamente feliz. Podía decidir sobre mi futuro y como no sobre mi presente. Fue entonces, cuando al darme cuenta comencé a darle vueltas.
Ahora nadie me decía que tenía que hacer y comenzó a ser un problema. Hasta ahora hacía todo lo correcto, lo que la sociedad me marcaba. No sabía que hacer sin que me lo indicaran. Me entró pánico por quedarme inmóvil, sin saber que hacer. Fue entonces que pensé en aprender a elegir. Podía pensar lo que quisiera, ir donde quisiera y mirar lo que quisiera, sin que nadie me lo indicara. Podía elegir lo que tenía que oír. Decidí taparme los oídos, para así comprobar que era lo que veía. Me tapé los ojos, para saber solamente lo que se oía. Deje de pensar, para saber lo que se sentía, aunque no hizo falta, pues toda mi vida había sido así. No pensaba, no miraba, solo veía, tocaba con guantes, olía por los oídos, oía por la nariz.
Me desnudé en medio de la calle y empecé a andar, sin pensamientos, sin sentimientos y respiré hondo. Cerré los ojos, me tapé los oídos y comencé de cero.