martes, 29 de octubre de 2019

Vidas robadas


No es cierto que tengan siete vidas, de niño ya comprobé que a alguno le viene justo una. El primero que recuerdo fue de los más pequeños, el primer día que lo saqué a la calle volví sólo. Otro aguantó que lo tirara desde la buhardilla cuatro veces. También uno que me despertaba todas las mañanas, a la tercera logré que dejara de molestarme. Te digo que hoy en día vivimos más años que nunca, la media supera los ochenta y en poco tiempo llegaremos a los cien. Lo que sí puedo asegurarte al caer en mis manos, es que no llegarás a los treinta.



viernes, 18 de octubre de 2019

Magdalenas



Nos dejaron sin magdalenas y no les importo una mierda. No se preocupaban nada más que de ellos, los demás les dábamos lo mismo. Siempre había alguno diciendo que no había que darle importancia, pero no, tenían que escarmentar de una vez por todas. Fui a por más magdalenas, las dejé en la cocina, salí al jardín a tomar el sol, mientras, los demás se refrescaban en la piscina. Fui a por el tente en pie de la tarde y nuevamente las magdalenas habían desaparecido. Allí estaban los malditos perros tirados en la cocina. Las magdalenas con matarratas hicieron su trabajo.  

sábado, 12 de octubre de 2019

Dulces sueños


!A seguir viendo la tele! le espetó el padre al niño, antes que preguntara qué estaba pasando. Vivían con la abuela materna, una mujer huraña, con una cuenta en el banco bastante suculenta. No era la primera madrugada que el niño se levantaba a ver la tele sin que sus padres se enteraran. Lo que no esperaban era verlo en la habitación, mientras uno sujetaba a la abuela, el otro le tapaba la cara con la almohada.   

jueves, 10 de octubre de 2019

Miope


Gerardo iba corriendo en busca de su novia para pedirle perdón y   retomar la relación. Corría desenfrenado, tropezó y cayó al suelo rompiéndose las gafas. De lejos vio como Anabel entraba en el portal de su casa, la llamó sin conseguir que le oyera.Tocó varias veces al timbre sin obtener respuesta. Se plantó bajo el balcón sin parar de gritar su nombre, a la vez, las ventanas y balcones se llenaban de curiosos. En un descuido chafó mal el bordillo, dando un paso atrás y un coche que pasaba lo atropelló. En ese instante, por la esquina, apareció Anabel. Las prisas y ser miope le había jugado a Gerardo una mala pasada.

domingo, 6 de octubre de 2019

El Abono






Eugenia tenía un huerto con flores plantadas en insuperables líneas rectas, parecían soldados en formación. Cada línea era de un color diferente y si alguna flor experimentaba la más mínima variación en forma o color, como un perfecta cirujana, la extirpaba del huerto y la sustituía por otra. Su visión era de impecables, unas flores diferentes a las que hasta ahora se habían visto. Eugenia, según los lugareños, era muy difícil de tratar y huraña. Regaba las flores de forma exacta en cantidad y tiempo, como un reloj suizo. El agua que utilizaba para regarlas no era peculiar, era del suministro general. Se comentaba que el secreto de sus flores estaba en el abono, que daba un tratamiento especial y que nadie hasta ahora, había podido averiguar su secreto. La gente que visitaba el pueblo se hacía eco de las flores de Eugenia. Un pueblo para visitar, acogedor, gente afable, con un índice de mortalidad elevado.

jueves, 3 de octubre de 2019

La visita



Por mitad de la calle de un pueblo en Galicia, iba un hombre de apariencia joven, con sombrero panameño de ala ancha. La noche veraniega era oscura, de luna nueva, invitaba a ir girándose para atrás más a menudo. En medio de la plaza, una fuente, de la cual salían de los dos caños unos hilillos de agua, que al caer en el abrevadero se oía un sonido como si tocaran un xilófono. De pie al lado la fuente, una   mujer vestida toda de blanco mirando a las estrellas, que brillaban con todo su esplendor. El hombre se acercó y la mujer señalando al cielo le dijo: Allí a tu izquierda, aquel grupo de estrellas, se llama Hércules, y allí más alejado a la derecha Libra. Sin esperar respuesta alguna, la mujer comenzó a caminar hacía la calle que enfrentaba a la fuente y salía del pueblo. Se giró e invitó con la mirada al hombre a que la siguiera. Él sin dudar un instante fue detrás. La mujer paró y le dijo: Arístides soy la compañera de tu último viaje.

miércoles, 2 de octubre de 2019

El despiste




Era odiada por casi todos que la conocían. Nadie la soportaba, ni hombres ni mujeres. Muy de salir de noche, sobre todo en época veraniega, en invierno era más de recogerse. Aun así y todo iban huyendo de ella. Siempre andaba sola o como mucho con algún familiar. Todo terminó para ella la noche que en plena calle se despistó y un transeúnte con todas sus ganas la chafó. Pobre cucaracha.

El reencuentro


Entre las chimeneas y los tejados de aquel pueblo envejecido, iba apareciendo en el cielo la luna llena. A lo lejos, en las afueras, el sol se ponía con suavidad entre las montañas, como si no quisiera irse. Por un camino de los que entraba al pueblo, una pareja cogida de la mano, se recogían hacia su hogar, al son de la penumbra del ocaso.
Las luces se iban encendiendo y unos perros ladraban en la lejanía. Abelardo, sentado en su escritorio bajo la ventana, escribía una carta a su único amor, después de cincuenta años sin verla volvía esa tarde al pueblo.
Dejó la carta por debajo de la puerta donde Catalina iba a instalarse y se marchó. Al regresar hacia su casa vio a una mujer en su puerta y aligeró el paso. Antes de llegar la reconoció y su corazón se aceleró . Se miraron a los ojos, sonrieron, se abrazaron y se besaron con pasión, como si fuera cincuenta años atrás. Cogidos de la mano se fueron paseando y sus figuras se difuminaron en la oscuridad de la noche. Mientras , el sol ya dormía en su lecho.