domingo, 6 de octubre de 2019

El Abono






Eugenia tenía un huerto con flores plantadas en insuperables líneas rectas, parecían soldados en formación. Cada línea era de un color diferente y si alguna flor experimentaba la más mínima variación en forma o color, como un perfecta cirujana, la extirpaba del huerto y la sustituía por otra. Su visión era de impecables, unas flores diferentes a las que hasta ahora se habían visto. Eugenia, según los lugareños, era muy difícil de tratar y huraña. Regaba las flores de forma exacta en cantidad y tiempo, como un reloj suizo. El agua que utilizaba para regarlas no era peculiar, era del suministro general. Se comentaba que el secreto de sus flores estaba en el abono, que daba un tratamiento especial y que nadie hasta ahora, había podido averiguar su secreto. La gente que visitaba el pueblo se hacía eco de las flores de Eugenia. Un pueblo para visitar, acogedor, gente afable, con un índice de mortalidad elevado.

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