domingo, 24 de diciembre de 2017

Nochebuena


Era nochebuena cuando Amira daba a luz una niña en una patera, junto a cuarenta personas más. La luna llena y las luces de la costa alumbraron el nacimiento de Badra. 

miércoles, 6 de diciembre de 2017

El mecánico


Tardaría en encontrar la llave que necesitaba. Tumbado de espaldas en el suelo, casi sin luz, no pudo distinguir las herramientas con claridad. Alargó la mano, cogió una llave fija, la soltó, cogió una llave inglesa, la soltó, cogió una de tubo, la soltó. Lo siguiente fue el gato del coche que estaba reparando. Sin pensárselo dos veces, con todas sus fuerzas le golpeo en la cabeza. Apartó el cuerpo de encima de él e inhaló una inmensa bocanada de aire. A las ocho de la tarde cerró, saliendo del taller con la furgoneta como de costumbre. 

miércoles, 29 de noviembre de 2017

Etéreo


No pudo seguir adelante sin ella. Sin esperarlo desapareció de su vida, sin avisar, sin despedirse. La nostalgia se apoderó de él y cada vez que se metía en la cama, la notaba tan cerca que sentía como lo abrazaba, como la última noche. Se obsesionó con su ausencia y el insomnio se apoderó de él. Se pasó un año seguido buscándola de día y de noche. Su mejor amigo le dio la respuesta que él no quería oír. Déjala ir, rehace tú vida, hace dos años ya que nos dejó, ella así lo hubiera querido. Unos días más tarde, desesperado, la encontró.

viernes, 3 de noviembre de 2017

El mito


Se reía a carcajadas, al recordar como su abuelo Juan le contó de pequeño la leyenda de Dédalo e Ícaro, y como le fascinó. Su abuelo sabía desde su nacimiento que era un niño especial, diferente. Por eso era a Diego a quién más tiempo dedicaba y quería de sus nietos, algo que era reciproco. Ver volar a los pájaros era la pasión de Diego y también su obsesión. Llegó el día de volar como Ícaro lanzándose desde un quinto piso, detrás de lanzar a volar a su abuelo Dédalo.

jueves, 5 de octubre de 2017

Noches de negro satén


La ciudad del amor era como llamaban a un callejón al lado de la estación de autobuses. Cuando el sol estaba en todo su esplendor, hacia brillar con toda su belleza los jacarandá. Podías ver cómo era visitado por gentes de todas las edades. Hacían fotos desde todos los ángulos, se besaban, abrazaban y sentaban en un único banco que allí existía. Cuando caían sus flores de color azul violeta, parecía un manto digno de cualquier virgen en semana santa. Al anochecer las pajas eran a cinco euros, las mamadas a diez y el completo a veinte.

martes, 3 de octubre de 2017

La cucharilla



La residencia Arco Iris era como se llamaba al reformatorio donde fui a parar, uno de los peores del país.
A los más famosos y crueles vigilantes se les conocía como la trinidad. Al pelirrojo lo llamábamos Erick el rojo, el de tez morena Atila y el Hijo puta era el Hijo puta.
Todos los días nos ponían para desayunar un vaso de leche aguada y coloreado con un poco de malta, junto a un chusco de pan de las sobras de la cena.
Una de las reglas que tenía la residencia era que estaba terminantemente prohibido sacar cualquier alimento del comedor. Teníamos que enseñar los bolsillos, sacándolos hacia afuera. Eso se conocía como pasar la aduana.
Una mañana el moñas, que se sentaba a mi lado en el comedor me dio su trozo de pan, con disimulo me lo guardé,  troceado entre los calzoncillos, para que no se notara.
Al pasar por la aduana el Hijo puta lo detectó. Me hizo desnudar delante de todos y de un puñetazo me tumbó. Al intentar levantarme desenfundo la porra que llevaba en la cintura y me golpeó con ella. Ese día había decidido sacar la cucharilla del desayuno, escondida en el calcetín de mi pie izquierdo. La recogí de entre la ropa, me incorporé, sin pronunciar palabra alguna me quedé mirándolo sin apartar mi ojos de su garganta. Mientras él sonreía jocosamente con Erick el rojo y Atila, coloqué la cucharilla entre los dedos, apreté el puño con todas mis fuerzas y de un golpe certero se la clavé en la nuez.
El Hijo puta cayó en redondo ante la atónita mirada de todos los presentes. La ovación se oyó en todo el reformatorio.

miércoles, 14 de junio de 2017

Amores perros


Sin beso de buenas noches, Violeta se despidió de Víctor, el único hombre de su vida desde hacía ya diez años. Todo fue una interpretación mal intencionada de Raquel. Violeta nunca quiso interponerse entre ellos dos. Ella sería siempre la otra y lo asumió sin rechistar, como sabía que así ocurriría si llegaba la ocasión. Desde el primer día Violeta quiso agradar a Raquel, sin embargo, lo único que recibió fue rechazo. Sus escusas fueron nimias, sin consistencia. Llegó el día que Violeta tanto temió, Raquel le dio a elegir a Víctor, la perra o yo.

martes, 6 de junio de 2017

Enfermera en prácticas


Lo que usted diga doctor Frankenstein”. Inmediatamente inició el recuento de la grapas que suturaban las heridas distribuidas por todo el cuerpo. Con suma delicadeza comenzó a quitarlas hasta acabar con todas. No tenía mucha práctica en el manejo de las tenacillas y las pinzas, aun así, se sintió satisfecha con su trabajo. Con mucho cuidado impregnó las heridas con Betadine para prevenir cualquier tipo de infección de algún punto. Se percató que algo sucedía y ladeó el cuerpo para ver si reaccionaba. Golpeó su espalda y nada. Entonces fue cuando decidió que lo mejor sería cambiar las pilas al muñeco.

lunes, 29 de mayo de 2017

La madre ecuánime



La coge con sus propias manos y la parte en dos mitades iguales. Con una exquisita delicadeza, deja los trozos sobre la mesa, uno al lado del otro. Los mide con un micrómetro, confirmando su exactitud. Con un gesto de aprobación, su madre, inicia el reparto de los trozos de la gominola. Al igual que hace cuando les da un beso o un abrazo, una mitad para él y otra para su hermana gemela. De la cual, sólo quedan ya sus huesos y su cabellera pelirroja, vestida de comunión.

jueves, 13 de abril de 2017

Protección total




El traje era auténtico acero alemán, del destructor Herz, un buque de la II guerra mundial. Aguantó toda la contienda sin sufrir daño alguno.

La soldadura era como pequeñas puntadas de hilo, como si lo hubiera ejecutado el mejor de los sastres de prêt-à-porter.
El bolsillo superior de la chaqueta estaba situado a la izquierda, asomándole un pañuelo de seda rojo, a juego con los gemelos. Las costuras de los bajos del pantalón eran de color dorado, al igual que la de los bolsillos. Un traje color gris marengo impecable.
Nunca más volverán a romperme el corazón

El más grande valor




Solamente le quedaba un cigarrillo en el bolsillo de la camisa y decidió pegarle fuego. Las primeras caladas fueron como pequeños orgasmos entrelazados. Hacía una semana que reservaba el único cigarrillo que le quedaba para una ocasión especial.

A la voz de ¡Viva la república! , con la bayoneta calada en el mauser, salio corriendo como un galgo desbocado. Sin parar de correr iba pegando caladas a la pava hasta que la brasa le llegó a los labios y la escupió. De repente, la música de una ráfaga de ametralladora fascista frenó su carrera, cayendo herido de muerte. Era 1 de abril d 1939.