Lo
acusaban de maniático, él se consideraba ordenado. Todos los días eran
idénticos desde que se levantaba hasta que se acostaba. Le gustaba tomarse un
café solo en taza cada mañana, con dos cucharadas de azúcar moreno. Lo
acompañaba con una tostada con aceite de oliva virgen extra.
Sentado
al lado de la ventana se distraía observando a todos los que por allí pasaban.
Un día vio en primera línea al camión que sin frenos se empotró en la
cafetería, pasando por encima de él.
No hay comentarios:
Publicar un comentario