Llegué a las siete de la mañana de trabajar. Me duché y me puse el pijama en silencio para no despertar a mi amor y fui a la cocina. Allí estaba, sobre la mesa, un libro y una rosa, no recordaba ni en el día que estaba. Era Sant Jordi, me preparé un vaso de leche caliente, cogí la taza y el libro, me senté en el suelo y empecé a leerlo. Doce horas trabajando en la UCI se hacen duros.
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