Le
confesé a mi padre lo que había hecho. Que había sido un accidente y no sabía
qué hacer con el cuerpo. A lo que él sin inmutarse y sin mediar palabra alguna,
me miró y me guiñó el ojo. Cogió la azada y comenzó a cavar en una esquina del
huerto. Entonces me contó que matar era lo que más le excitaba. Me dijo que
la próxima vez me toca hacer el agujero a mí.
No hay comentarios:
Publicar un comentario