Era 31
de diciembre de 2019 y pensaba que su vida era insulsa, monótona, como si no
estuviera vivo. Se levantó del sillón, apagó el televisor y subió a la azotea.
Se puso encima de la cornisa y repasó su último año. Abrió los brazos y miró hacia
abajo. Respiró con todas sus fuerzas, cerró los ojos y retrocedió un paso, un
año más. Ahora pensaba en 2020.
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