viernes, 27 de diciembre de 2019

La merienda




Lo sé, soy un nostálgico, aun lo recuerdo como si fuera hoy. Fue hace treinta años atrás, cuando íbamos los tres en bicicleta por la carretera, entonces al llegar al pueblo nos desviamos por el camino hacía el convento. Primero paramos en la fuente, bebimos agua hasta que nos hartamos. En la puerta del convento las bicicletas las tirábamos al suelo y llamábamos dando tres golpes, salía Sor Inés y nos daba de merendar pan y chocolate. Un día llamamos y salió Sor Magdalena, le pedimos la merienda, pero nos mandó a casa y nos dijo que por culpa nuestra a Sor Inés la habían trasladado de convento. Volvimos al día siguiente y Sor Magdalena enfadada nos dijo que no quería volver a vernos. Una noche de luna nueva, cogimos   y nos llevamos una antorcha pequeña apagada, un mechero y fuimos dirección al convento. Al llegar a la puerta del convento y sin hacer el mínimo ruido, encendimos la antorcha y le prendimos fuego a la puerta. Salidos disparados, a lo lejos vimos como las monjas con pozales intentaban apagar el fuego. Al extenderse por alguna ventana les costó algo más apagarlo. Al día siguiente llegamos a la puerta del convento, dejamos las bicicletas en el suelo y llamamos. Salió Sor Magdalena, con la merienda, pan con chocolate. Le dimos las gracias y nos largamos. Y así pasábamos todos los días de verano, con las bicicletas, que no recuerdo de quien eran.

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